Prólogo Ciudad de Córdoba, 8 de julio del 2017 Cuando recibí la llamada de mi amiga Marcela, citándome, no pensé que encontraría la punta del ovillo para cerrar la historia que venía dando vueltas en mi cabeza desde hacía meses. La casona que ella había comprado, diez años atrás con fines comerciales, se estaba viniendo abajo al igual que el emprendimiento inmobiliario que quería realizar en ese predio. “No puede demoler nada, esa construcción está considerada patrimonio municipal”, le informaron cuando presentó los planos del complejo a construir en el sitio. La decepción le jugó una mala pasada, dejando que la propiedad cayera en el abandono como si ella tuviera la culpa de no poder ser derrumbada. ―Maldita la hora que metí mis ahorros en este vejestorio ―insultó entre dientes, cómo cada vez que le llegaba una intimación para limpiar lo que alguna vez fue un hermoso parque, cub